PESADILLA

Hasta cerca del siglo XVIII, las pesadillas eran a menudo consideradas obras de monstruos, los cuales se creía que se sentaban sobre el pecho de los durmientes, oprimiéndolo con su peso, lo que originó el nombre de pesadilla (nombre derivado de peso).
Actualmente llamamos pesadilla a cualquier sueño perturbador en el que sentimos angustia o miedo, pero el término pesadilla tiene su origen en un trastorno conocido como parálisis del sueño, un fenómeno que la mitad de la población experimenta al menos una vez en la vida.
Siempre que nos dormimos, nuestro cuerpo queda paralizado como mecanismo de defensa, para que no escenifiquemos los sueños y no nos auto lesionemos accidentalmente, pero en ocasiones ocurre un desorden que, para explicarlo de forma poco ortodoxa pero fácil de entender, diremos que tu cerebro se despierta pero tu cuerpo no, eres consciente pero sigues paralizado. Además de no poder moverte, no puedes hablar y tienes la sensación respirar con dificultad. Lo peor es que puede venir acompañada de alucinaciones visuales, auditivas y/o táctiles. La consciencia de que estás en tu habitación unida a la parálisis es una sensación realmente angustiosa, porque lo que experimentas durante esos segundos es interpretado como real por tu cerebro, si a eso le sumamos que las alucinaciones no suelen ser precisamente amistosas, el miedo está servido, es más, después de experimentarlo, mucha gente no sabe distinguir si ese terrorífico episodio ha sido real o solo un producto de su cerebro.
No es de extrañar que antiguamente, a falta de una explicación científica, se asociase la parálisis del sueño a los demonios. En el imaginario colectivo de la Edad Media, la culpa de este fenómeno era de unos seres conocidos como íncubos.
La parálisis y la sensación de no poder respirar encontraban explicación en que un incubo se te había subido encima mientras dormías. El término pesadilla es el diminutivo de peso, el propio peso del demonio que se posaba en el pecho y dificultaba la respiración. Con el tiempo, y asociado a la angustia y al miedo experimentado en la parálisis, se extendió el uso de la palabra a los sueños desagradables y a las situaciones adversas y graves.

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