EL MENSAJE

Jorge Castilla Olvera “El Camarón”, así le decían a mi hermano por su apariencia; era blanco y cada vez que se asoleaba su piel se tornaba rojiza, era muy querido por todos, sus amigos, sus compañeros de trabajo y en especial por nosotros, su familia, su accidente y sufrimiento en el hospital abrió una amarga sensación de reproches y culpas dentro de la casa, El estuvo luchando por su vida durante ese tiempo en el hospital, resistió varias operaciones en el hígado, debido al golpe, se daño seriamente ese órgano y otras partes de su cuerpo, Su mal estado y las complicaciones, hicieron que falleciera el 27 de Junio del 79 a los 18 años de edad.
Su partida provocó tristeza y desolación en la familia, en especial para mi tío Luis, pues lo consideraba un hijo, el lo había criado y le había dado su apellido, ya que mi tía y el no pudieron tener familia, hasta años después que fueron bendecidos con dos hijos Luis y Verónica Castilla, pero Jorge era especial para él, la peor parte de ese dolor se la llevó mi abuela “Doña Chelo” la cual veía en Jorge un amor especial, había sido su primer nieto y era la luz de sus ojos, no hubo día o noche en que no llorara y lamentara amargamente la partida de su amado nieto.
Pasaron cuatro meses de su partida, el dolor aun menguaba los ánimos de la familia, en menor medida pero aun se sentía su pérdida, seria medianoche y nos encontrábamos durmiendo mi abuela y yo en uno de los cuartos de la casona, nuestra cama daba a un ventanal pegado al pasillo donde se podía ver el patio, frente a nosotras estaban mis dos hermanas, Alicia Olvera e Isabel Herbert, y por un lado estaba el catre de mi hermano Carlos Olvera, mis tíos y mis primos dormían en sus propios cuartos que estaban al otro lado del pasillo.
El silencio de la noche fue interrumpido por el aullar y los ladridos desesperados de los perros, los primeros en despertar por los ruidos fuimos mi hermano Carlos y yo, notamos que el ambiente se hizo más denso, y comenzó a soplar un vientecillo que movía las ramas de los árboles y a hacer crujir las hojas del piso, el viento comenzó a mover la enorme puerta del zaguán de la entrada, tensando las cadenas con las que lo cerrábamos, se empezó a sentir helado en mis pies, aunado al aullar de los canes, hizo que sintiera miedo y abracé a mi abuela, ella tenía el sueño pesado y siempre se dormía agobiada de tanto llanto por mi hermano muerto. Carlos con una voz temblorosa y con los ojos bien abiertos, comenzó a balbucear unas palabras hablándo en susurros.
-Elsa, Elsa, ¿Estas escuchando eso?-
-Sí, pero cállate no vayas a despertar a mi abuela con tus quejidos-Teníamos miedo, pero aunado a eso, temíamos que nuestra abuela despertara y nos acomodara unos cinturonazos por haberla despertado, y además de mandarnos a dormir a la intemperie, sigilosamente y con la mirada fija de mi hermano, me acerqué a la ventana y pegué mi nariz en la tela mosquitera para ver si había algo en el patio, solo obscuridad, el viento que movía los arboles y los perros que aullaban lastimeramente. Con el temor y a pesar de la reacción de mi abuela, la intenté despertar, pero estaba profundamente dormida que mis pobres intentos por mover su hombre y despertarla no hicieron efecto, hasta que la moví fuertemente y por fin volteó a verme con la intención de regañarme, pero al escuchar los aullidos y el alboroto afuera, se levantó y me dijo que prendiera la luz, pero por alguna razón no se encendían.
-el foco se fundió- le dije a mi abuela con preocupación
En eso mis hermanas al escuchar los ruidos, se despertaron y preguntaron qué pasaba, después de asomarnos todos por la ventana, comenzamos a escuchar que tocaban la puerta del zaguán y una voz profunda, comenzó a gritar
-¡Señora!¡Señora!-
Ese grito y lo extraño que se oyó hizo que todos gritáramos y nos fuéramos a esconder detrás de nuestra abuela, mi hermano comenzó a llorar y yo temblaba, Mi abuela al escuchar extrañada se levantó y no tenia temor, se asomó por la ventana y pudo notar el ambiente, pero no vio nada. Pensó que quizás era un trasnochador perdido, ya nos había pasado, pero el grito vino del interior de la casa, en el patio, y eso era improbable, mis tíos dormían y no había nadie, Con una voz firme y molesta mi abuela gritó.
-Quién es? ¿Qué quiere? ¿Por qué está molestando a estas horas de la noche?
-Señora, señora, le traigo un recado de Jorge, venga acérquese a la ventana-
Al decir esto aquella voz, todos nos sorprendimos, un gélido escalofrío nos recorrió la espalda, en cambio mi abuela abrió los ojos emocionada y quiso salir para recibir el mensaje, corrió a la cocina donde había una pesada puerta que daba salida al zaguán. Todos corrimos tras ella tratando de impedir que saliera, y forcejeamos, mi abuela envuelta en ira y desesperación, arremetió en contra de mi y de mi hermana la mayor, quería salir, desesperadamente quería recibir aquel extraño mensaje, nosotras le decíamos que mientras no se pudiera prender la luz no saldría bajo ningún motivo, mientras que la voz en el exterior decía la misma frase
-Señora, Señora, traigo un recado de Jorge, venga acérquese a la puerta-
La abuela dándose cuenta que nosotras no cederíamos a dejarla salir, se acercó a la ventana de la cocina y grito desde ahí
-¡¿Quién es?! ¡¿Que quiere?!-
En eso, entró un aire helado por la ventana donde estaba y nosotras nos hicimos para atrás mientras los cabellos de la abuela bailaban con el viento, yo me cubrí la boca con las manos y mis hermanas comenzaron a orar, la voz ahora se escuchaba en el pasillo, nos acuclillamos en el piso mientras veíamos a mi abuela asomarse y pudimos ver una sutil sombra que estaba parada afuera y con una voz firme e inexpresiva. Le dijo:
“Señora, vengo de parte de Jorge, soy amigo de él, Me dice que ya no llore, que donde está el, se encuentra bien, que la quiere mucho, que nunca la va a olvidar, que cuide a sus tíos y hermanos, no se preocupe donde esta, él no siente dolor, ni sufrimiento, ya no llore por qué no puede descansar en paz…”
Mientras se daba este singular dialogo, los perros de ahí y los de las otras casas no pararon de ladrar, el vientecito que movía los arboles y hacia crujir las hojas no cesaba, cuando esa aparición de pronto se aleja, se escucha como la cadena de la puerta de entrada suena y se jala, como si alguien hubiera salido. En ese momento el viento cesó, las luces encendieron y los animales dejaron de ladrar, todo en un instante.
Ante la mirada atónita de todos, mi abuela nos abrazó y comenzamos a llorar, una sensación de miedo, incredulidad y esperanza se albergó en nuestros corazones, por todo lo que presenciamos y escuchamos, ese mensaje extraño nos alegró y nos dejó una especie de tranquilidad en nuestras almas.
Después de la impresión, abrimos las puertas y comprobamos que el zaguán estaba encadenado, nadie había podido entrar o salir, mis tíos y primos dormían en sus cuartos y no habían escuchado nada. Al día siguiente, mi abuela y yo nos levantamos temprano, serian como las 6 am, y como todos los días a mi me tocaba barrer el patio, al comenzar, noté algo extraño, el patio estaba salpicado con gotas que parecían ser sangre coagulada, corrí a comentarle a mi abuela mi hallazgo, al comprobar, notamos que había un rastro desde el zaguán hasta la puerta de la cocina. Entonces comenzamos a pensar que quizás alguien se había metido, pero el ambiente que se sintió en la madrugada dejaba lugar a las dudas.
Después una minuciosa revisión por todo el patio, mi abuela se dio cuenta que además de lo que parecía ser sangre, las plantas que tanto cuidaba, habían muerto, como si hubieran sido quemadas, un gorrión que tenia enjaulado en la pared, también había muerto, todo aquello nos dejo pensando en todo lo sucedido, fue entonces que salió a la calle a preguntarle a las vecinas si no habían visto o escuchado algo durante la madrugada, ellas le confirmaron que no, que habían tenido un sueño profundo y que no sintieron o vieron nada. Enseguida regresó a la casa y también cuestionó a todos mis familiares, tíos y primos, y ninguno vio o sintió algo. Al regresar con nosotras nos pidió que barriéramos el patio con agua, jabón y cloro; comenzamos a tallar aquellas extrañas manchas, las cuales no desaparecieron fácilmente, mi abuela meditaba sobre ese asunto y me comento que le había preguntado a todos los vecinos a excepción de una vecina la señora Bertha Camarena la cual no estaba. Ella era enfermera y comúnmente no la hallabas por las mañanas.
Mis hermanas y yo nos sentíamos atemorizadas, no comprendíamos todo lo que estaba pasando, mi abuela estando limpiando frijoles en la cocina menciono la palabra “aparecido” y eso nos dejó una sensación de miedo, el cual se acrecentó por que pronto llegaría el día de los fieles difuntos y eso quizás provocaría que se volviera a aparecer aquel ser espectral que le habló a mi abuela. La cual nos decía con firmeza que no tuviéramos miedo de todo eso, que las manchas desaparecerían con el tiempo y que le tuviéramos más temor a los vivos. Nosotras en cambio sentíamos nuestros estómagos hacerse nudo y no queríamos ni comer.
Ya por la noche, mi abuela estaba afuera sentada en una mecedora cuando de pronto llegó la señora Bertha, venia vestida de blanco y con su cofia en la cabeza, en ese entonces era enfermera de la cruz roja, al verla se acercó a ella y le preguntó sobre los acontecimientos de la noche anterior, para sorpresa de ambas, la enfermera, la noche anterior había salido de su guardia y estaba despierta tomando algo para dormir, y escuchó los sonidos del viento moviendo el árbol de hule que había en nuestro patio, el aullido de los perros y la repentina baja de corriente en su casa, también le dió una triste noticia a mi abuela, su familia tenía un Doberman color negro azabache que había perecido también la noche anterior en extrañas circunstancias, además de los pequeños loros australianos que tenía en su casa. Todo aquello le pareció extraño y sin embargo sucedió. Ella se durmió sin indagar mas y por la mañana salió temprano a trabajar, Dandose cuenta de las muertes y muy a su pesar les aviso a todos y se fue a su guardia.
También hizo una inquietante revelación, durante su guardia de la mañana sus compañeros de la Cruz Roja le dieron el parte médico de la noche y los detalles de los pacientes enfermos, entre esos detalles, había llegado después de la media noche un joven con una herida punzocortante en el pecho, según testimonios de unos amigos, había salido de una fiesta en las inmediaciones de la colonia del Pueblo y había sido interceptado por un par de asaltantes, este al resistirse al asalto, recibió una puñalada en el pecho que le ocasionó perforación de un pulmón y pérdida de sangre, llegando gravemente herido a la institución y falleció por la herida durante la madrugada. Mi abuela no quiso atar cabos, sin embargo y para sorpresa de todos nosotros al día siguiente de nuestra experiencia, sale la noticia de la muerte del joven en los diarios, había sido atacado a la vuelta de nuestra casa por la calle Carranza, frente a una casa marcada con el numero 405, en donde aun hoy existe un pasillo solitario, (el cual casualmente iba a dar a unas cuarterías de madera en donde habitaba mi mama Oralia Olvera, se decía que en las inmediaciones de ese lugar había un pozo donde continuamente se escuchaban lamentos y quejidos de niños, pero esa es parte de otra historia). Increíblemente el joven muerto, tendría entre 18 y 19 años de edad, y era uno de los mejores amigos de mi hermano Jorge “El Camarón”, cuando leímos la noticia no podíamos dar crédito, entonces comenzamos a hilar todos los eventos. Mis tíos y primos al enterarse de todo cuanto sucedió, los invadió el miedo y la incertidumbre, mi abuela una mujer bastante sabia, comenzó a devanar los hechos. Los cuales no podíamos creer y sin embargo habían ocurrido tal cual lo estoy contando.
Mi abuela al llorarle todos los días a Jorge, provocó que este no descansara en paz, sus lágrimas y sufrimiento traspasaron las fronteras del más allá, El joven amigo de mi hermano en su transición a otro plano, quizás se encontró con el espíritu errante de Jorge y le dio el mensaje para mi abuela, el cual fue a la casa a dárselo, ocasionando todos los fenómenos ambientales que de algún modo nos afectó y sorprendió. Una vez dado el mensaje su espíritu dejó este plano. Al llegar el día de los santos difuntos, mi abuela le hizo un gran altar a Jorge, fue su último homenaje y despedida para mi hermano, ella superó su pérdida y hasta el día de su muerte lo recordó con amor, nosotros sus nietos nos quedamos en paz, porque por fin pudo reencontrase con él.
escrito por Eduardo liñan

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