La Caja de Zapatos (Continuacion 2)

-Tengo miedo Max, mejor vámonos, ésto no me gusta nada. -
Dijo Sara aterrorizada por lo que acababa de escuchar.
Max estaba congelado, básicamente y contra todo su escepticismo, esa joven le acaba de decir que había hablado, comido y que vería más tarde a una persona que ya no existía.
Aunque sabía que Sara tenía razón, una extraña curiosidad invadió su ser.
Él no era la clase de persona a la que podías tomarle el pelo, pero sin duda la situación rebasaba toda lógica. Abrazó a Sara, se sentaron juntos en la banca y agregó:
-Estoy tan asustado como tú, pero una parte de mí se muere de curiosidad. No dejo de pensar en que tal vez sea un montaje, así que se me ocurre que entremos a la iglesia, le contemos todo ésto al padre y él no podrá mentirnos. Si es una broma pesada o es real y debemos irnos, ¿quién mejor que un sacerdote para orientarnos y alejarnos de algo maligno?-
-Tengo miedo Max, pero está bien te acompaño con el padre, y diga lo que diga yo me voy a casa de mi mamá saliendo de la iglesia contigo o sin ti. Tengo un mal presentimiento por eso me puse a tomar fotos para despejarme, pero no dejo de pensar en esa casa.- Dijo Sara.
Max aceptó, guardaron la cámara de Sara y se dispusieron a entrar en la iglesia, a escasos metros de ellos.
Cuando ingresaron, notaron que un sacerdote yacía hincado frente al altar orando, vestía de color oscuro y al escuchar los pasos de quien llegaba, el padre se persignó, se puso de pie y se encaminó a recibirlos. La iglesia solo alojaba a dos señoras más de lado y lado en las bancas orando también arrodilladas.
-Bienvenidos hijos a la casa del señor, ¿sabían que el cura Hidalgo ofició misa aquí alguna vez?- Les dijo amablemente el padre.
-Gracias, en realidad no sabíamos pero ahora ya, ¿cree que podríamos hablar con usted en privado?- Respondió Max.
-No hay secretos para el señor, lo que desees hablar, puedes hacerlo aquí, bajito para que no escuché nadie más a menos que lo quieras sea confesarte.- Dijo el Padre.
-Está bien.- añadió Max.
Tomaron asiento los dos y el padre se sentó en la banca siguiente a la de ellos y se giró para poder verlos de frente.
-Padre nosotros no somos de acá, nos acabamos de casar y habíamos tratado una casa para vivir aquí, pero están pasando cosas muy extrañas y por eso quisimos venir a pedirle su consejo.- explicó Max.
-La casa que se suponía íbamos a rentar nos la cancelaron estando ya aquí, pero eso no es lo extraño. Una muchacha nos ha dicho que esa casa está maldita y al parecer no es la única persona que lo piensa. Llaman a ese lugar La Casa Roja y queremos saber qué tan real es todo ésto. Usted se debe a Dios padre, estamos asustados y confundidos. Por favor díganos si sabe algo.-
El padre se puso de pie, rodeó la banca donde estaba, y se sentó en la de ellos, inhaló profundo antes de responder.
-Siempre supe que un día alguien vendría a decirme algo parecido. Estás en lo correcto, me debo a Dios. Por eso puedo decirte que lo que habita esa casa no es algo maligno, yo pienso que es un alma en pena. La casa no está maldita en sí, pero es verdad que por las noches algo la habita. Algunos dicen que las personas que fallecieron ahí las asesinó el habitante pero, estoy seguro que no fue así. Yo creo que ésto es un asunto familiar y que quienes han perecido ha sido por cargos de conciencia.-
Max y Sara escuchaban atentos mientras el padre se puso de pie.
-Te aconsejo que busques otro sitio para vivir y olvides éste asunto.-
Max respondió:
-Pero padre eso no es todo, hoy hablamos con un hombre que nos dijo ser el heredero, se llama Romel y nos invitó a pasar la noche en la casa.-
El padre se quedó pensativo por un momento, luego agregó:
-En ese caso hijo, espera una señal. Tal vez hay algo en ti. Lo que me dices es imposible, ya no existe ese heredero y si te buscó es porque supone que puedes ayudarlo. He leído y escuchado cualquier cantidad de relatos y no descifro el asunto de la Caja de Zapatos. ¿Porqué la busca quien habita la casa? Si lo averiguas ven a verme, mientras tanto tienes mi bendición.-
-Creo que Dios te ha elegido para algo especial, cualquier otra persona ya se habría ido de aquí, pero si sientes ese llamado a ir más allá, significa que es lo que debes hacer. Si quieres mi opinión personal, busca a Anselmo, un vendedor que todas las noches esta aquí en el jardín. Habla con él, cuéntale todo lo que ha pasado. Creo que si necesitas una respuesta para continuar o dar por concluido éste asunto, él sabrá qué decirte.-
concluyó el padre, se puso de pie, les dió a ambos la bendición dibujando una cruz en el aire y se marchó.
Max y Sara se miraron uno al otro en silencio, él sabía lo que ella había prometido hacer después de salir de la iglesia. Sara le tomó la mano, le sonrío y se levantaron. Caminaron hacia la salida y justo en el último escalón Sara se volteó, le rodeó el cuello con sus brazos y le dió un beso tierno. Luego añadió:
-Pues vamos, hasta que la muerte nos separe, ¿cierto? Vamos a buscar a ese tal Anselmo.-
Max sonrío y asintió con la cabeza mientras tomaba su mano.
-Gracias amor, no esperaba menos de ti.-
Tomaron el callejón lateral a la iglesia para ir a una pequeño café. Ahí esperarían hasta llegada la noche para buscar al señor Anselmo.

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