El Jinete

"Me llamo Juan y llevo alrededor de 20 años, casi un vida, que trabajo como policía en la ciudad de Rosario (Santa Fe prov de Argentina) y sin recelo alguno puedo decir que esta profesión me hizo creer en lo "sobrenatural". Como bien dice el dicho; - "¿para historias de terror?, un policía o un militar" -.

¡Sin más preámbulos!, inicio; hay cosas que son muy difíciles de olvidar, y otras en que uno sin darse cuenta se olvida de ellas. No obstante el hecho que les voy a contar no ocurrió lo segundo. Lo recuerdo con todos los detalles, a pesar de haber pasado casi diecinueve años del suceso. Creo que el terror que vivimos en aquella noche de 1.999 no nos lo va a sacar nadie. Hasta el día de hoy, el simple recuerdo, mientras escribo me pone la piel de gallina.

Aquel día había entrado en servicio a las ocho de la noche, en dicha guardia me tocaba salir como refuerzo del móvil. Por ese entonces era un agente con pocos años de servicio, y el chófer de la patrulla, un cabo con apenas tres meses más de antigüedad que yo. A los dos nos gustaba patrullar durante la guardia, sobre todo de noche. Pero lo ocurrido en esa jornada nos dejó con un terror indescriptible.

Habrán sido las cuatro de la mañana, estábamos patrullando por la zona del barrio Saladillo. Las calles estaban tranquilas y había poca gente, casi nadie transitaba por la vía pública. Tomamos por calle Serrano hacia el sur, ya que desemboca en el Parque Silvestre Begnis o Parque Sur, (como lo llaman los vecinos de la zona). Es en este trayecto que casi chocamos con un ciclista que venía de frente a nosotros, en contramano. Nos detuvimos, y el sujeto se nos acercó llorando.

Estaba con el torso desnudo y su mano derecha envuelta en una remera, dicha prenda se encontraba empapada en sangre. Pedía ayuda para que los traslademos a un hospital. Aquí hago un paréntesis para explicar que en estos contextos tenemos prohibido hacer este tipo de traslados, solo podemos convocar una ambulancia al lugar, pero la desesperación del tipo y su actitud, ya que todo el tiempo miraba hacia atrás en dirección al parque, nos hizo decidir por su traslado hasta el Hospital Roque Sáenz Peña, a pocas cuadras de donde estábamos.

Mientras lo trasladábamos, lo interrogamos sobre lo que había sucedido. Este fue su relato; - <<Venia de trabajar del Swift (frigorífico ubicado en la cercana localidad de Villa Gobernador Gálvez, bastante cerca del Parque Sur), llegué hasta el parque con la bici, y para cortar trayecto me mandé por el medio. Iba por el camino que bordea el arroyo Saladillo, y cuando estaba llegando a la quebrada de arroyo, escuché que alguien venía galopando atrás mío. Quise ir más rápido porque pensé que me iban a robar>> (aclaro que al ser una zona límite de la ciudad, rodeada de villas y casi rural, no resultaba extraño que los amigos de lo ajeno anden a caballo).

<<En el instante que empecé a ir más rápido, choqué algo con la rueda de la bicicleta y me caí. Quedé sentado en el suelo, mirando hacia atrás, y vi que el caballo se me acercaba. Arriba iba montado un hombre, no le pude ver la cara porque estaba muy oscuro, pero respiraba bastante fuerte. Llevaba un gorro tipo de baqueano, de ala ancha. Este se bajó del caballo, se acercó y me dijo que le tenía que dar algo. Le respondí que se lleve la bici, que no tenía nada más, pero se rio bastante fuerte, y replico - NO -, que quería algo de mí, una parte de mí>>.

<<Se agachó, y acercando su cara a la mía se quedó mirándome fijamente mientras gruñía. Por un acto reflejo levanté la mano para protegerme, y aquí fue donde me la agarró. Quise zafar pero me apretaba bastante fuerte, obligándome a mantener los dedos estirados, buscó algo en la cintura, y cuando lo sacó pude ver que era un cuchillo>>.

<<Comenzó a reírse nuevamente, y de un solo tajo me cortó dos dedos de mi mano. Quería gritar, del miedo y del dolor, pero no me salía nada de la garganta. El tipo juntó mis dedos cercenados, y los puso en una bolsa que colgaba de la montura. Acto seguido subió nuevamente al caballo y se perdió entre los árboles. Recién ahí pude moverme, me saqué la remera para envolverme la mano, agarré la bici y empecé a andar sin saber adónde ir, hasta que los encontré a ustedes>>.

Con el cabo nos miramos sin saber; ¡si creer o no a lo que nos decía!. Ya habíamos compartido otras experiencias paranormales, pero solo habían sido apariciones y cosas que se movían, y nadie había resultado herido como en este caso.
Dejamos al pobre tipo en el hospital luego de tomar sus datos, y decidimos dar una vuelta por el parque para ver si encontrábamos al atacante. Hablando entre nosotros, nos convencimos de que no había nada de extraño en lo ocurrido, solo era algún desequilibrado, y lo íbamos a detener.

Entramos por calle Serrano, que al ingreso al parque se vuelve calle de tierra y comienza a serpentear entre los árboles. Estaba bastante oscuro, y las luces del móvil se perdían entre los árboles. Comenzamos a buscar cerca de la quebrada del arroyo Saladillo, que divide el parque en dos mitades, de un lado Rosario, y del otro Villa Gobernador Gálvez.

Estábamos revisando la zona, cuando escuchamos el motor de un vehículo y vemos el fulgor de luz de unos faroles que se acercaban, era el guardia del parque. En esa época la custodia de lugar estaba a cargo de la Gendarmería Nacional, que patrullaba en un cuadriciclo. Se detuvo cerca de nosotros y nos contó que había salido de su puesto de guardia porque escuchó que golpeaban la puerta.

Al abrir, vio a un hombre con sombrero de ala ancha, la sombra del sombrero no dejaba que se le vea el rostro. Detrás del tipo, como esperándolo, diviso un caballo negro con una bolsa de cuero atada a la montura. Le preguntó qué quería, y el sujeto le dijo que le dé algo. Al responderle que no tenía nada, pensando que se trataba de algún mendigo, este hombre se le fue encima con un cuchillo en mano, logró esquivarlo y comenzó a dispararle con su pistola. El hombre salió corriendo de la garita, riéndose a carcajadas, montó el caballo y se alejó al galope, por lo que decidió seguirlo en el cuadriciclo, pero lo perdió entre los árboles. Al ver las luces de nuestro móvil vino hasta donde estábamos nosotros.

Mi compañero y yo estábamos seguros de no haber oído ningún disparo. Si bien nos encontrábamos algo alejados de la garita, el ruido de la detonacion igualmente se habría escuchado.
Decidimos seguir buscando los tres juntos, el gendarme en su cuadriciclo y nosotros en el móvil. Recorrimos el camino hasta donde el gendarme lo había perdido de vista. Al parecer se dirigía al velódromo ubicado en la parte oeste del parque.

Llegamos hasta donde terminaban los árboles sin ver nada, y mientras tratábamos de imaginar hacia donde podría haberse ido, escuchamos un relincho a nuestras espaldas, proveniente del bosque. Escuché relinchar a muchos caballos durante mi vida, pero les aseguro que el relincho de este no era normal, había algo malévolo, como si nos llamara o se burlara de nosotros. Los tres nos dimos vuelta y vimos al jinete. La descripción era como nos habían dicho el herido y el gendarme; un caballo negro, un tipo con un sombrero de ala ancha que no dejaba ver su rostro, y su cuerpo como si estuviera envuelto en sombras, por lo que no se podía apreciar detalles.

El cabo y yo subimos al móvil, dimos la vuelta y comenzamos a seguirlo. A la par nuestra iba el gendarme en su vehículo, este manejaba con su mano derecha y en la izquierda llevaba la pistola, apuntando cada tanto al jinete, pero sin decidirse a disparar. Después de unos cincuenta metros, veo que el gendarme con su cuadriciclo se apartaba de nosotros y se aleja por otro camino del parque, apuntando cada tanto hacia adelante con el arma. Pensé que se había vuelto loco, o bien que nos abandonaba por miedo.

Seguimos al jinete unos cien metros, hasta que de repente desapareció delante de nuestros ojos. Escuché un bufido a mi derecha, y al mirar, aprecie el morro del caballo que respiraba a pocos centímetros de mi cara, y al levantar la vista, vi al jinete con un cuchillo en la mano, preparado para atacarme. No sé cómo se me ocurrió abrir la puerta del móvil para golpear al caballo, pero al hacerlo, volvió a desaparecer. Quedé medio embobado, y cuando reaccioné mi compañero gritó; - "¡ALLÁ ESTÁ!, ¿CÓMO HIZO PARA LLEGAR HASTA AHÍ?" - .

Ya habíamos llegado a la quebrada nuevamente, y en medio de la parte superior de la cascada, donde el arroyo es menos profundo pero totalmente inseguro, estaba el jinete y su caballo a mitad del arroyo. Su risa se escuchaba apagada por el ruido de la cascada, saludó con su mano derecha, dio media vuelta y cruzó el arroyo hacia el lado de Villa Gobernador Gálvez, donde el parque se vuelve un monte de arbustos y aromos prácticamente impenetrable, y lo perdimos nuevamente.

A todo esto; estaba empezando a amanecer y los dos teníamos bastante miedo como para desear seguir estando en el lugar, subimos al móvil y antes de salir del parque fuimos a la garita del gendarme para ver si estaba bien. Cuando llegamos lo vimos parado en la puerta con un bolso, le íbamos a preguntar por qué se había ido, pero él habló primero, preguntándonos a nosotros por qué lo dejamos solo.

Le explicamos que habíamos seguido al jinete hacia el arroyo, y contestó; - "IMPOSIBLE" -. Tartamudeando nos decía que él había seguido al jinete, que llegaron hasta la garita, donde el cuadriciclo se paró y no arrancó más, entonces el jinete dio media vuelta y volvió despacio hacia donde estaba él, bajó del caballo y se acercó con cuchillo en mano. Él intentó dispararle, pero descubrió que no podía moverse. El jinete se le acercó y le dijo; - "TE PEDÍ ALGO Y NO ME LO QUISISTE DAR, AHORA TE LO VOY A SACAR YO" -, pero inmediatamente se detuvo, se quedaron unos segundos frente a frente, y el jinete volvió a replicar; - "ME DEMORÉ MUCHO, PERO YA NOS VAMOS A VER DE NUEVO, EN TU PRÓXIMA GUARDIA" -.

No les puedo describir la cara de pánico del gendarme. Nos pidió que lo llevemos a la comisaría para poder pedir un taxi y por supuesto que le dijimos que sí. Empezamos a salir de parque por la calle de tierra que desemboca en Serrano, y en eso escuchamos un ruido fuerte atrás nuestro. No tengo ni idea de lo que era porque ninguno de los tres volteamos a mirar. El cabo aceleró el móvil y nos fuimos del parque, al que no volví nunca más de noche”...

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