✅ ÉL QUE SE ARRASTRA.

Mi madre me habló del que se arrastra mientras yacía en su lecho de muerte. Había estado en la familia desde hace mucho tiempo. Su padre había sido maldecido con ello, y su madre antes que él.
Yo era el siguiente en la lista. No procesé el resto de lo que dijo hasta mucho después.
Lo vi por primera vez un minuto después de la muerte de mi madre. Me senté solo junto a su cama, y éste acechaba en el rincón de la habitación, borroso y confuso, con una forma vagamente humanoide. No miré muy de cerca, como ella me dijo.
Con mi madre muerta, estaba solo. Mi padre había estado confinado en una institución mental desde antes de que yo naciera, enloquecido por algo que había visto, y aunque a veces lo visitaba, rara vez me conocía.
Lo hice bien por mí mismo, sin embargo. Conocí a Rose en un bar irlandés y nos casamos dos años después. Los dos teníamos treinta y tantos años, así que cuando se quedó embarazada, estábamos encantados. Pero el bebé nació muerto.
El que se arrastra siempre estaba ahí, pero era más claro, menos borroso, cuando los tiempos eran difíciles. Tiempos de ira, ansiedad o desesperación.
Rose y yo entramos en los cuarenta. Queríamos algo que parecía imposible ahora. Un niño.
Me desperté en medio de la noche, paralizado. El que se arrastra se paró sobre Rose, no me hizo caso. Ella gimió en voz alta mientras dormía, y luego desapareció.
Una semana después, llegué a casa del trabajo y ella me dijo que estaba embarazada. Estaba extasiada. El bebé era una niña.
“Deberíamos ponerle el nombre de tu madre. Será una manera de recordarla.” Sugirió Rose un domingo por la noche mientras acunaba su estómago hinchado y el que se arrastra estaba parado en la entrada.
Estuve de acuerdo con ella, y desde entonces, el bulto se llamaba Molly.
Nació en mayo. Perfectamente sana, con un cabello rubio.
En junio, me dijeron que había un tumor canceroso creciendo junto a mi tronco cerebral. Lo mismo que se llevó a mi madre. No se podía hacer nada, y tenía dos semanas, como mucho.
Una frase que mi madre había repetido en su lecho de muerte volvió a mí.
“Sólo somos sus juguetes. Cuando se aburre, termina contigo y pasa al siguiente. El que se arrastra te mantendrá con vida hasta que no quiera mantenerte con vida.”
Así que, con mi muerte acelerando el camino para encontrarme, le escribí una carta a Molly, se la di a Rose y le dije que Molly debía abrirla cuando cumpliera dieciocho años. Me di cuenta de que Molly, a diferencia de mí, conocería al que se arrastra desde que tuviera memoria. En sus primeros años probablemente lo vería como un amigo imaginario, e incluso podría sentir un estrecho vínculo con él.
Por supuesto, es natural sentir un estrecho vínculo con el que se arrastra. Fue él quien la engendró, como engendró al resto de nosotros..........

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