✅ Historias del abuelo

El era comerciante por lo que iba a comprar cosas al distrito y regresaba al pueblo, cabe mencionar que estamos hablando de alrededor de la década de los 30’s y 40´s, por lo que transporte publico aun no existía. Para ir al df y regresar al pueblo, los habitantes que tenían que ir al df, quedaban de verse en un punto y de ahí partir todos, todos llevaban burros, caballos o carretas para hacer el viaje y traer las cosas, todos eran aledaños a las pirámides de Teotihuacán.

Un día de tantos el bisabuelo se quedó dormido y llego tarde a la cita. Cabe mencionar que para ir al df y regresar al pueblo, tenían que reunirse de madrugada, por lo que me cuentan, máximo era a las 5 am. Por lo que cuando llego ya se habían adelantado todos, al pensar que el no iría.

No lo quedo más remedio que continuar solo con su burrito, apenas estaba por las cercanías cuando el animal empezó a inquietarse, por lo que el abuelo trató de calmarlo, mientras seguía avanzando, con la poca luz que daba la luna, alcanzó a ver una sombra junto a un árbol, por lo que se le erizó la piel. Cada que se acercaba el burrito más intranquilo se ponía y el bisabuelo trataba de calmarlo junto a sus nervios. Cuando estuvieron junto de él, mi abuelo no volteo a ver la sombra, pero empezó a poner atención por el rabillo del ojo y a veces solo inclinaba su mirada a la derecha ya que esa cosa empezó a caminar junto de él, lo único que puedo a acertar fue a apresurar un poco más al burrito para que avanzara más rápido. Pensó que era su imaginación, pero tratando de dominar el miedo y tallándose un poco los ojos se daba cuenta que la sombra seguía caminando junto de él, en un intento rápido se dio cuenta que no tenía pies, que flotaba. Durante varios minutos tanto el burrito como el abuelo fueron acompañados por la sombra con los nervios de punta hasta que, así como apareció se desvanecía.

Al llegar a su destino, alcanzó a sus demás compañeros y una vez estando ya con ellos, vieron como palidecía, al preguntarle que sucedía el les contó la vivencia, por lo que le dieron una taza de té y trataron de animarlo un poco.

Al llegar a casa y contarle a mi bisabuela, ella hizo el famoso rito de curar de espanto.

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