😱 Mi prima Lucy y su experiencia aterradora 😱

Pedrito y Juanito eran inseparables, no en vano eran hermanos gemelos y estaban entre los pocos niños de su edad que quedaban en el pueblo. Hacia años que la gente había empezado a migrar a la ciudad y los pocos jóvenes que permanecían en el pueblo lo hacían más por apego a sus mayores que por un deseo real de quedarse. Los padres de Pedro y Juan no eran la excepción, más de una vez se habían planteado hacer las maletas y arriesgarse a empezar una nueva vida en la ciudad, alejados de la monotonía del campo y el pesado trabajo de arar y sembrar los cultivos. Pero la idea de que sus hijos se criaran entre coches, humo y los peligros propios de las grandes urbes les frenaban. Aunque claro, eso también tenía su contra, los niños prácticamente estaban solos y no tenían muchos amigos con los que jugar.

Los gemelos eran conocidos en todo el pueblo por sus travesuras, es normal a esa edad que los niños sean inquietos y más cuando se aburren por no tener amigos con los que correr y jugar, pero los pequeños no paraban con sus pillerías y muchos ancianos del pueblo ya estaban hartos de ellos. Incluso, más de uno le había dado una bofetada a alguno de los gemelos o había ido con el cuento a sus padres o al cura, quienes a su vez ya les habían pegado más de un tirón de orejas. Su curiosidad no tenía límites y aprovechaban cualquier despiste para colarse en la casa de un vecino o espiar por una ventana.

Como en todos los pueblos, en el que residían los niños había un viejo huraño, uno de esos abuelos cascarrabias y con mal carácter al que pocos echan de menos cuando muere. Ese era el caso de don Vicente, que cuando falleció a los 75 años de edad no dejó mas que una sensación de alivio entre sus vecinos. Ya había protagonizado alguna pelea por sus terrenos con familiares y propietarios de las zonas colindantes, así que la noticia de su muerte no tuvo demasiado impacto en el pueblo. Aunque por supuesto llegó a oídos de los gemelos, que no dudaron ni un segundo que tenían que ir a investigar.

Nunca habían visto un muerto y su curiosidad fue tan grande que decidieron colarse en la casa de don Vicente cuando todo el mundo había salido del velatorio. Lo de “todo el mundo” es más un decir que lo que pasó realmente, porque salvo un par de plañideras aficionadas a llorar sin motivo aparente en cada funeral que se celebraba en el pueblo (incluso cuando casi no conocían al fallecido), prácticamente no fue nadie a presentarle sus respetos a don Vicente. Tal era el abandono del cadáver del anciano que incluso faltando pocas horas para su funeral ni siquiera le habían metido dentro de su ataúd y aún descansaba sobre una mesa en mitad del salón de su casa.

Pedrito y Juanito encontraron la casa vacía y las condiciones idóneas para saciar su curiosidad y ver al muerto sin que nadie les moleste. Con una total falta de respeto lo manosearon, le intentaron abrir los ojos y la boca, le movieron los brazos como si fuera una marioneta y le imitaron mientras se reían de él, pero un ruido en la finca les alertó.

Corrieron hacia la salida, pero ya era demasiado tarde y, sin saber dónde ocultarse, se metieron en un pequeño armario que estaba tirado en mitad del suelo del recibidor.

La voz de dos hombres que reconocieron como el cura y un viejo herrero, con el que habían tenido problemas en el pasado, sonó acercándose al armario.

-¿Quién ha dejado esto aquí tirado? No se puede ni pasar al salón, ya me contarás cómo va a pasar la gente a presentar sus respetos a don Vicente- Dijo el cura
-Tampoco creo que fuera a venir nadie, don Vicente se ha labrado a pulso una reputación de maleducado durante años y no creo que le llore nadie en este pueblo.
-No hables así, el hombre ya está esperando el juicio de Dios que es el único que tiene el poder de juzgar sus actos- aseveró el cura.

Ambos trataron de levantar el atáud (los niños, mientras los hombres hablaban, se habían escondido dentro por miedo) y se dieron cuenta de que ya estaba lleno.

-¡Ves! aún quedan buenos samaritanos en el pueblo, alguien nos ha facilitado el trabajo y ha metido a don Vicente en su caja. Llevésmoslo a su descanso eterno.-dijo el cura.

Los niños escuchaban toda la conversación desde el interior del féretro, pero era tanto el miedo que tenían al cura y al herrero que no quisieron revelar que en realidad eran ellos los que estaban dentro y quisieron esperar el momento adecuado para escapar.

Nadie acudió al funeral de don Vicente, por lo que el cura, cansado de cargar con la caja y el supuesto muerto, decidió realizar una versión rápida de la misa y en cinco minutos ya había despachado la situación. Los niños, víctimas del calor y el aburrimiento, empezaban a sentirse muy cansados y casi sin darse cuenta se quedaron dormidos. No pasaron más de cuarenta minutos cuando un ruido en la tapa del ataúd les despertó. Paletadas de tierra caían sobre la caja que ya había sido sellada y ni las patadas ni los gritos de los gemelos parecieron alertar al anciano enterrador que era conocido en el pueblo por su sordera. Los niños quedaron enterrados vivos y nadie parecía haberse dado cuenta…

Los padres de Pedrito y Juanito se sorprendieron cuando estos no llegaron a la hora de la merienda, pero imaginaron que estarían demasido entretenidos jugando o que algún vecino del pueblo les había invitado a comer algo. Lo que ya les alarmó fue que anocheció y llegó la hora de la cena y no aparecían por ninguna parte. Entonces comenzaron a buscarles y preguntaron a todo el que se encontraban por las calles, pero nadie parecía haberles visto en todo el día. Asustados llamaron a la Guardia Civil y una pareja de agentes se acercó a coordinar las labores de búsqueda. La madre recordó la muerte de don Vicente y tuvo la intuición de que los niños probablemente fueran a curiosear, pero allí no encontraron más que el cadáver del anciano sobre la mesa del salón, los vecinos se alarmaron cuando encontraron al muerto aún sin enterrar y rápidamente llamaron al cura.

-¿Cómo que no está enterrado? Yo mismo le llevé al cementerio y tuve que darle una misa a la que ninguno de vosotros fue.
-Eso es imposible, padre, don Vicente aún descansa sobre la mesa de su casa.
-Pero el ataúd estaba lleno cuando lo enterramos, si no fue a él ¿A quién hemos sepultado?

La cara de miedo de la madre se reflejó al instante y, conociendo como conocía a sus hijos, intuyó que ellos eran capaces de haberse metido dentro del ataúd en una de sus travesuras.

Por más prisa que se daban en desenterrar el ataúd, el tiempo parecía eterno para los habitantes del pueblo. Era tradición allí enterrar lo más profundo que era posible los féretros, de esta forma se podían sepultar en una tumba a varios familiares y se evitaban olores que se podían convertir en insoportables al visitar el cementerio en los meses más calurosos. Por este motivo llevó varios minutos remover suficiente tierra como para poder abrir el ataúd.

Lo que encontraron allí dentro fue un espectáculo escalofriante. Los niños habían muerto asfixiados, pero no sin antes luchar por sus vidas intentando escapar. Se habían destrozado las uñas de las manos arañando la madera y sus pequeños cuerpecitos estaba cubiertos de sangre. En plena desesperación habían tratado de romper la caja a golpes y se habían lastimado entre ellos y, probablemente fruto de la misma desesperación, habían acabado peleándose como animales acorralados, de modo que podían verse marcas de mordiscos y arañazos en los cadáveres de los gemelos.


La teoria de las cuerdas

Alguna vez has tenido una experiencia en la que has tenido la sensación de hay alguien mas en tu casa, y tu solo pensabas “no quiero saber” y simplemente lo olvidabas? Algunas veces, el miedo de a los desconocido simplemente parece ser la opción preferente a enfrentar un peligro real y concreto. Normalmente no es nada, sin embargo. Por ejemplo, algunas veces juraría que alguien tomo el cambio de mi buró. Pero quizás simplemente son trucos desconcertantes de la memoria. 

Pero que harías cuando pasa algo que realmente te sugestiona? Simplemente escaparías, o simplemente lo ignorarías, como yo lo hice? 

El lunes pasado era un dia normal. Me desperté, me lave los dientes y me puse mi uniforme escolar… Todo el ritual mañanero. Parecía que seria otro dia común y corriente, hasta que vi las cuerdas. 

Había tres o cuatro gruesas cuerdas en mi cuarto. Se entre cruzaban entre las paredes de mi habitación, una atada a la puerta. No había manera de que no me percatara de ellas antes. Me hubiera tropezado con ellas antes. Estaban atadas en tachuelas en las paredes, las cuales no habían existido hasta hace unos segundos. 

Nadie entro a mi cuarto mientras yo estaba en el, y mucho menos pudieron hacer todo esto. Era temprano, y me estaba despertando. Así que yo simplemente ignore lo que vi, desate las cuerdas, y me fui hacia la escuela. 

Pero después las cosas se pusieron mas raras. Fuera de mi casa había cientos de ellas, atadas entre las casas, alrededor de los automóviles, a través de las calles… Esto tiene que ser una súper elaborada broma! Alguno de esos estupidos programas de cámara escondida. Seguramente le dijeron a las personas que fungieran como extras, atándolas a objetos de los cuales se alejaban, como si de alguna manera siguieran un camino preestablecido. 

Con temor, continúe mi camino a la escuela. En el autobús, todos, excepto yo, estaban atados a la puerta. En la escuela, grupos de amigos estaban atados los unos a los otros; Maestros atados a sus escritorios y pizarrones. Lo que me extrañaba en estos momentos, era porque a mi me habían dejado fuera de la “broma”.

Cuando mi amiga Lucy se sentó a mi lado en la primera clase, ella simplemente puso su bolsa en mis piernas, y descanso su barbilla en su mano, mirando a través de mi hacia la ventana. 

“Hey Lucy” 

Y no me respondió. 

“Vamos! No creo que tu estés en esto también” 

Ella suspiro y comenzó a tomar libros de su bolsa. Todos los libros estaban atados a sus manos. Me moleste y arranque la cuerda de un libro. Me pareció que ella no lo noto, y simplemente descarto el libro completamente, dejándolo caer en el piso.

“Um…” Me incline, levantando su libro y colocando de nuevo en su pupitre. Ella no se dio cuenta. 

“Bien, es así como nos vamos a llevar?!”, le dije sonriendo, tratando de parecer juguetón, pero en realidad estaba tratando de esconder mis nervios. Entonces, desesperado, hale todos los hilos atados en su mano hasta arrancarlos. Lucy parpadeo, y entonces me miro. 

“Carajo Caz! Eres como un Ninja, o que?!” 

“He estado sentado aquí como 10 minutos”. Le sonreí otra vez, aliviado de que mi amiga me notara. 

“De donde salieron todos estos hilos?!” Me dijo, pareciendo notarlos por primera vez. 

“Crei que todos me estaban jodiendo!”, le dije. 

Lucy se paro, se fue hasta una esquina, y nadie mas pareció notarlo. 

“No estaban aquí hace unos minutos! Los ves también?!” Con su tono, era claro que ella estaba genuinamente asustada! 

“No. Acaso tu-.” Fui interrumpido por mi maestra azotando la puerta. Todos excepto Lucy y yo murmuraron un buenos días, y aun así, nadie parecía percatarse de nosotros. 

“Las personas me han estado ignorando todo el dia.” – Le dije a Lucy, antes de dirigirme a la maestra. “Hey! Perra estupida! No sabes enseñar ni un carajo!”. 

No obtuve reacción alguna… 

“Estoy harta de todas estas pendejadas!”. Lucy hizo algunas cuerdas a un lado y dejo la clase. La seguí y, oh sorpresa, nadie lo noto. 

Por un rato, vagamos por corredores, entrando y saliendo de clases, como no daba en gana. Cada vez que desatábamos una cuerda de algún libro o silla de alguien, era como si de repente dejara de importarle a esa persona. Como si no existiera. 

Le mostre la calle; Había mas cuerdas que las que había esta mañana. El doble casi. Con cuidado, caminamos hasta un cae haciendo las cuerdas a un lado. No es la gran cosa, lo se. Pero que harías tu en esa situación? Como dije, el miedo a lo desconocido algunas veces parece ser la opción mas segura. En algunas ocasiones, le sugerí que uniéramos a algunas personas. Lucy se negó, recordándome lo aterrorizada que estaba. 

En el café, agarramos un par de sándwiches y bebidas del refrigerador. Encontramos una mesa, desatamos todas la cuerdas que iban a las sillas y nos sentamos. Estábamos en silencio, ambos demasiado asustados, ambos distrayéndonos al observar a las personas en el café, completamente ignorantes de las cuerdas. 

Después de 20 minutos, Lucy me hablo: “Ahora, ella tomara ese sándwich”. Me dijo, apuntando a una mujer que estaba al fondo, en el café. Y así fue: Camino al refrigerador y tomo el sándwich envuelto en plástico a la que estaba atada. “Ella pagara por el, y se ira”. Y así lo hizo, de acuerdo a la profecía de las cuerdas. “Ese tipo no intenta pagar”. Observe mientras veía como el tipo tomaba su café, y escapaba de la tienda. 

“Esto es horrible”. Dijo Lucy. “Vámonos, por favor”. 

Afuera, no era mucho mejor. Todo mundo simplemente seguía las cuerdas, siguiendo sus vidas diarias. Lucy dijo que iría a su casa a dormir y tratar de despertar de esto. Le dije que estaba bien, y la acompañe a su casa. Después de todo, ella solo vivía a 10 minutos de ahí. 

Cuando llegamos a su calle, Lucy se detuvo abruptamente, con la boca abierta. 

“Ahora que?” le dije rompiendo el silencio. 

“Mira”. Apunto hacia fuera de la casa de uno de sus vecinos. 

Lo vi claramente. Y me llevare este recuerdo hasta la tumba. Era un pequeño duende obscuro, de quizás medio metro de altura, caminando con sus nudillos al suelo, casi como un mono. Tenia dos enormes ojos amarillos, del tamaño de casi la mitad de su cara, y no tenia boca, o ningún otra característica facial. Cargaba consigo un martillo y una bola de estambre, la cual dejaba desenredar detrás de el. 

Caminaba rápida y quietamente desde la puerta principal de la casa hasta el buzón de correo. Se detuvo, martillo un clavo a un lado del buzón y ato el estambre alrededor del mismo. Volteo a ver hacia donde estábamos, y se detuvo cuando nos vio. Nos miro con asombro y curiosidad. Casi podrías decir que el era el que estaba mas asustado. De pronto, no hizo una seña con su pequeña mano. 

Mire a Lucy, ella no se movía. Cambie la mirada a la creatura, la cual me miraba fijamente. 

Me acerque a la creatura. Con temor, reduje poco a poco la distancia entre nosotros. Este no era temor a lo desconocido. Era temor a la pequeña creatura, a pesar de que no parecía nada de lo que debiera estar asustado. Cuando estaba a un metro de distancia, extendió su mano. 

“Uhm… Hola”. Lo toque, y movió su cabeza en aprobación, parpadeando sus enormes ojos amarillos. 

“Así que ustedes están a cargo de las cuerdas?”. Asentó con la cabeza. Llame a Lucy, pero ella no quiazo moverse de donde estaba. 

“Hay mas de ustedes?” y asentó otra vez. Quería preguntarle mas preguntas, acerca de que era y de donde venia, pero parecía que estaba atorado en preguntas de ´si´o `no´. 

“Si quiera tenemos voluntad propia?” 

Simplemente me miro fijamente, casi tristemente. De inmediato me sentí enfermo, y no pude soportar ver al pequeño monstruo mas. Abrase a Lucy de la mano, quien había escuchado todo, y nos sentamos mientras ella acurrucaba su cabeza en mi. 

“Vamos”. 

Entramos a su casa y le hice una taza de Te. Cuando la encontré en la sala, ella había desatado a su perro y estaba acurrucada con el, llorando. Deje el Te a un lado, y me senté a su lado. 

“Me voy a dormir”, murmuro de repente, y en menos de un minuto, se quedo dormida. Dormir empezaba a sonar muy bien de repente, y mis parpados de repente se empezaron a sentir pesados. 

Me colapse en la alfombra, y la ultima cosa que escuche antes de dormirme, fue el pisoteo de varios piececitos en la alfombra, cerca de mi. 

Al dia siguiente, me sentí mucho mejor, como si todo hubiese sido un sueño. La madre de Lucy me despertó, preguntándome que hacia durmiendo en su casa sin permiso. Al final nos preparo el desayuno. 

Durante el desayuno, Lucy me pregunto porque me veía pálido y nervioso. La mire, y sonreí, murmurándole algo sobre que me sentía algo enfermo. 

Pero la verdad era que, tenia miedo. Muchísimo miedo porque no podía ver ninguna cuerda. Me preguntaba si… mis acciones realmente eran mi voluntad… 

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