Experiencia en Casa Embrujada 3
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Casa Original |
amplificaba el sonido, era un sonido terrible de rugido.
No olvidare ese sonido, recuerdo que mientras mi tío regresó por ayuda y nos
metio a todos a la casa, cerrando la puerta tras de sí.
Yo no dejaba de frotar mi cruz plateada del pecho.
De hecho, todo el asunto de el perro no me causaba mucho temor, no más que
el temor natural de un niño de 10 años temiéndole a un perro, lo que me
causo mas temor, fue cuando mi tío, un adulto hecho y derecho, se veía
desconcertado, sorprendido ( aterrorizado es la palabra exacta ), entró a la
casa, cerro la puerta, mientras el perro seguía gruñiendo-rugiendo y se
encerro en una habitación con otros adultos a discutir la situación.
El hecho de descubrir temor en los ojos de un adulto es uno de los shocks
mas grandes en las mentes de niños.
Poco rato después salió mi otro tío rumbo a la escalera, este tío un poco
mas grande de edad, él salió armado con un soporte alargado de aluminio, de
esos que se usan para cortineros, en el extremo de este cortinero, estaban
varias torundas de algodon empapadas de alcohol, todo unido con cinta
metalica plateada. en la otra mano llevaba un encendedor.
orales una antorcha!
Mi tío se puso al pie de las escaleras, descendió 4 escalones y prendió la
antorcha casera, todos, detrás de él, pusimos ojos de plato mientras mi tío
avanzaba con la antorcha en mano.
El perro se puso de pie enseñando los colmillos y mirando a su público.
Mi tío retrocedió un escalón.
El perro puso un pata escalón arriba, yo retrocedí como 3 pasos, mi tío le
arrojo al hocico la antorcha, el fuego le pego justo en el hocico, el perro
arremango la nariz, como asqueado, y enseguida bajo corriendo las escaleras
saliendo a la calle a toda velocidad. Mi tío recogió la antorcha-casera y
emprendió la persecución. Todos nos fuimos detrás de él
Llegamos abajo justo cuando el perro alcanzaba la puerta que daba a la calle
Vicente Suárez.
Todos salimos a la calle, Vicente Suárez esta ubicado entre las calles
Arteaga al Sur y Madero al Norte.
Esta por demás decir que no había perro de ojos rojos en la calle, no había
nada de nada en ambas direcciones, y no hablamos de un monte en medio de la
nada, sino de el centro de la ciudad, donde los transeuntes se le quedaban
mirando a mi tío extrañados, un bicho raro con antorcha, mi tío se apresuro
en apagar la antorcha-casera.
Creo que no intercambiamos palabra alguna cuando todos regresamos a casa, la
reunión siguió, mi tío fue por los refrescos, y en el piso del descanso de
la escalera, donde descansaba el perro-ojos-rojos, apareció una mancha que
ya nunca se quitó, un manchón negro que fue lo último que vi cuando nos
mudamos de esa casa, mucho tiempo después.
El día termino.
Y al día siguiente, mientras desayunaba, noté que mi cruz plateada tenía
unas marcas pequeñitas en la antes superficie plateada, unas marquitas como
de dientecitos de bebé marcadas, algo realmente muy extraño, pero cada quién
le podía encontrar forma a esas hendiduras de lo que fuera.
Ese día en misa bendicieron mi cruzita.
15 años después perdería esa cruz en un gimnasio.
Pero nunca me olvide de ese famoso perro negro.
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