▷El Diablo Anda Suelto

Anselmo forzó la vista a traves del cristal de su taxi, y que el limpiaparabrisas desde hacía ya un buen rato, monótonamente lo esclarecia de la llovizna. Sí, no había duda, en la esquina próxima de la solitaria calle,aquella figura en un principio borrosa,ahora tomaba forma...Un hombre de negro le hacía la parada. Instintivamente vio la hora, las doce de la noche. Cuando los faros lo iluminaron de más cerca, reapró de inmediato en su raro pero elegante vestir. De traje negro, además desde sus hombros hasta casi rozar el suelo, le caía una fina capa negra, y el rostro oculto por el ala ancha de un sombrero del mismo color, remataba su distinguido atuendo un bastón plateado que destellaba con la luz de su carro, que ahora lo iluminaron de lleno.

Que raro personaje pensó Anselmo, no teme que lo asalten a esta hora...Cumpliendo con su deber de taxista pero tambien intrigado, se orilló. El extravagante personaje abrió la puerta de atrás y se acomodó en un rincón...Enseguida una gruesa voz ordenó...-¡Al cementerio municipal!¡De prisa!- Anselmo se sorprendió, además sintió una rara inquietud que nunca antes había experimentado...una sensación sobrecogedora invadió su vehiculo...Un tanto nervioso respondió- ¿Dijo usted al cementerio caballero?¿A esta hora?- La voz gruesa y áspera se vovlio a escuchar-¡Lo dije bien claro!¡Al cementerio! ¡Y no quiero repetirlo!- Ante la contundencia de aquellas palabras, el taxista solo acertó a decir-¡Si señor a sus ordenes!.

Tratando de guardar la calma, ante el miedo e incomodidad que le producía aquel extraño personaje, Anselmo aceleraba por las solitarias calles rumbo al panteón. De vez en cuando echaba un vistazo por el espejo para ver a su raro pasajero, pero solo distinguia una sombra en un extremo del asiento. Estuvo tentado a prender la luz interior pero, definitivamente no se atrevió.

Por fin llegaron al semáforo en rojo frente al obelisco, tomó el carril izquierdo para esperar la flecha verde, y entroncar al corto bulevar que termina en la puerta del cementerio. Esta área esta bien iluminada...Armándose de valor escudriñó bien por el espejo...pero...no había nadie...En ese momento la flechita se encendió; con el corazón que le palpitaba fuertemente, se arrancó y entró de lleno al bulevar...casi brincó cuando escucho nuevamente aquella áspera voz-¡De prisa!¡el cortejo está a punto de llegar!- Forzó la vista sobre el espejo retrovisor y nuevamente distinguió un bulto negro arrinconado.

Le iba apreguntar a que cortejo se refería...Entonces vio de pronto, ya muy cerca de la entrada al cementerio, las luces de un cortejo fúnebre. Cunado lo alcanzó ahora si que estaba asustado. Varias figuras vestidas de negro portando cirios y velas, acompañaban un féretro negro, que lo cargaban también, cuatro sombras negras.
Como flotando, todos se perdieron cementerio adentro; Anselmo paró su taxi, fue entonces que el siestro pasajero volvió a hablar-¡Esperame!¡Sólo voy por algo que es mío!¡No tardo!- Enseguida el hombre de negro, se encaminó con gran ligereza tras el cortejo. Tal parecía que también flotaba...el taxista juraría que no hoyó que haya abierto la puerta para bajar.

Todo quedo en el mas completo silencio. Los árboles del cementerio se mecían fantasmagóricos con el viento de la noche. En algunas ramas se veían varios pares de ojos rojos, eran lechuzas que lanzaban su peculiar sonido nocturno. Una densa niebla, junto con la pertinaz llovizna, enfrió la madrugada...Allá a lo lejos relampagueaba, y los perros comenzaron a ladrar y a aullar lastimeros..

Anselmo no aguanto más, se disponía a retirarse de ahí, cuando vio que una luz se acercaba a la puerta...Cuando llegó está, Anselmo encedió los faros, las potentes fanales la iluminaron...pensó que el extraño pasajero no regresaba, y quiso conocerlo de una ves por todas...Pero no, se trababa del velador, un anciano que portaba una lampara de gas. Anselmo bajo presuroso, y con ansiedad le pregunto al viejo por el funeral...Este, iluminado el rostro de una manera fantasmal con su propia lampara, le contestó que no sabía de que le hablaba- ¡El funeral! ¡El que entró hace un momento!- insistió Anselmo ya desesperado. El vigilante del panteón le dijo que, los unicos seres de éste mundo que había en ese momento en el panteón, eran él y algunas lechuzas.
Anselmo no quiso saber más, regreso corriendo a su taxi. Con ansiedad logro por fin encenderlo, con cihirriar de llantar se arrancó y dio vuelta en U. Llegó al semáforo que estaba en rojo. El bulevar, como todas las calles, estaba casi desierto a esas horas, el corazón le latía muy fuertemente... La luz cambió a verde, fue en ese instante cuando la voz gruesa y áspera la oyó tronar en el asiento de atrás -¡Anselmo!¿Por qué me dejaste?- ¡De mi nadie puede escapar!- Anselmo volteó y vio horrorizado como el hombre de negro, con la cara del demonio, llevaba en sus piernas el amortajado cadáver del cortejo... que no era otro que él mismo. El grito que dio fue desagarrador. Con panicó mortal aceleró, para ir a estrellarse a un árbol del cercano camellón, en ese que en el día venden muebles rústicos.

El movimiento de patrullas y ambulancias era intenso. No había nada que hacer, el taxista estaba muerto prensado en el volante por el impacto. La policia no se explicaba cómo fue a chocar contra el árbol. No olía a alcohol, por lo que descartaban que hubiese estado tomando...Sólo había dos explicaciónes... o le fallaron los frenos, o se suicido. Una tercera cruzó por la mente de los oficiales...Aunque no se atrevían a decirla; que algo sobrenatural lo espantó y que eso mismo lo arrojó contra el árbol, la expresión de terror que reflejaba en el rostro era impresionante,. Además los perros también estaban asustados. Aullaban y ladraban con desesperación...un ambiente siniestro flotaba en el aire.

Un taxi se detuvo en el semáforo para esperar la flechita verde y entrar en el corto bulevar del panteón. Mientras aguardaba, el chofer curioseaba intrigado el accidente, de regreso se detendría para ver de que compañero se trataba. Una vez más, echó un vistazo por el espejo y ver a su extraño pasajero. Y nuevamente solo distinguió aquella sombra negra en un rincón del asiento. En eso la flecha verde se encendió...Un patrullero lo conminó con su silbato para que avanzara. El taxista que estaba distraído, reaccionó de inmediato reanudando la marcha; se adentró al bulevar del cementerio.

La voz gruesa y áspera de su extravagante pasajero, que tanta inquietud le producía, la volvió a escuchar autoritaria...-¡De prisa! ¡el cortejo está a punto de llegar!-... La llovizna no cedía...En el oscuro cielo se veían furiosas centellas, y los perros no dejaban de ladrar...Algo maligno, esa noche flotaba en el aire. Le iba a preguntar a que cortejo se refería... Cuando allá, a punto de entrar al panteón municipal, se veían varias figuras negras que portando velas y cirios, acompañaban a un negro ataúd...ESTA FRIA NOCHE...EL DIABLO ANDA SUELTO.

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