😱La llorona y el charro sin cabeza.😱

En la colonia San Martín de Porres en Calacoaya, es de todos sabido, que tradicionalmente ahí existe una gran cantidad de leyendas de cosas extrañas que pasan, nunca se ha sabido por que esta parte de lo que alguna vez fue Calacoaya, tiene la peculiaridad de este tipo de cosas raras, entra ellas la bruja de Calacoaya que es descrita en otro capítulo. Ahí hay gran cantidad de familias que ya por la noche no salen o en su defecto salen acompañados de otras personas o de plano con pistolas pues temen ver a la misma bruja o al mismo demonio. En un relato recogido por las señoras Reyna Bucio Suárez Yuliana Mayén Bucio, mencionan que tienen un cuñado al que le llamaremos “Juan”, dicen que en una ocasión llegó de trabajar como a las 2 de la mañana y que encontró a su hija “Lupita” inquieta y lloraba, trató de calmarla y salió al patio de su casa con la menor, cuando de pronto oyó un grito aterrador que decía ¡Hayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy mis hijos! Solo sintió como se le enchinaba el “cuero” y como de rayo se metió a su casa.

Poco rato después como las tres de la mañana se quedó con el pendiente de lo que había escuchado y armándose de valor y con un palo en la mano, salió de su casa abrió el zaguán, grande fue su sorpresa que frente a él estaba un charro sin cabeza montado en un enorme caballo negro.

Este ser vestía un traje de charro negro, lo veía con la luz mercurial que hay fuera de su casa, el enorme caballo alzaba las patas delanteras y las azotaba contra el suelo, pero no se oía el golpe en el asfalto, le brillaban los ojos con una luz entre brillante y opaca que a pesar de sus movimientos lo mirada fijamente. “Juan” oía el relinchido del caballo muy lejos, como si estuviera a kilómetros de distancia, por la nariz aventaba como humo con lumbre y se oía su respiración fuerte, se veía como aventaba vapor por la nariz y como gotas de agua, pero aunque lo tenía cerca como a dos metros, no sintió que le mojara nada, del miedo quedó como paralizado, hasta que sacando fuerzas de la nada y como pudo se metió y entró a su casa directo bajo las cobijas de su cama. Como si las cobijas me fueran a defender del diablo –mencionó Juan-, al día siguiente, quien por temor a las burlas, no contó nada a sus familiares y salió a trabajar como de costumbre, pero su mujer le dijo que que había pasado anoche, por que había muchos ruidos y que en la entrada de su casa había barrido unas estiércol de caballo y entre la arena que estaba tirada en el suelo había huellas de caballo, mismas que “Juan” vio son sorpresa, fue cuando le contó lo sucedido a su esposa, mencionó que varias veces al llegar de trabajar había visto la silueta del charro negro, pero solo de lejos, pero nunca de cerca como ese día.

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